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Publicado el 1 de julio, 2016 en Sin categorizar

Rankings universitarios, políticas públicas y proactividad

Por Pol Solà
4 minutos de lectura

Durante el primer trimestre cada año suelen publicarse los célebres rankings universitarios. Los resultados suelen ser los mismos, año tras año, y en general las universidades no se sienten cómodas con estas clasificaciones, aunque tampoco pueden evitar entrar en el juego. Públicamente intentan relativizar la importancia de los rankings y hacer lucir lo que les interesa en relación a los resultados obtenidos. Ahora bien, lejos del escrutinio de los medios de comunicación, los responsables universitarios miran con lupa la posición en la que han quedado en uno u otro ranking y tratan de establecer estrategias que posicionen a mejor a su universidad.

Las principales variables que miden los rankings universitarios hacen referencia a los resultados obtenidos en docencia (valoración del entorno de aprendizaje), investigación (ingresos generados y reputación), citaciones (impacto de la investigación), posicionamiento internacional (en profesorado, estudiantes) y en transferencia de conocimiento (del laboratorio al mercado). De esta manera, guste más o menos, quedan recogidas las funciones fundamentales que las sociedades otorgan a sus sistemas de educación superior y todas son evaluadas de forma externa y neutra en base a los mismos criterios. Finalmente, en relación a las tipologías de rankings, se pueden establecer las siguientes:

  • Rankings globales que valoran indicadores sintéticos generalistas, donde podemos encontrar rankings de alcance y prestigio internacional (ARWU, Times Higher Education, QS).
  • Rankings multidimensionales basados en una clasificación no sintética. Este es el caso de U·Multirank, que evalúa las instituciones en cinco dimensiones, entre las cuales el impacto en el desarrollo regional.
  • Rankings unidimensionales que permiten comparar las universidades en una temática concreta, como por ejemplo la ocupabilidad (Global Employability THE).

Otra diferenciación pasa por identificar los rankings según…

  • Áreas geográficas concretas, en tanto que podemos encontrarlas de alcance mundial o bien de carácter nacional (CYD, UGR, etc.)
  • Ámbitos de conocimiento: rankings que clasifican por ámbitos o campos de conocimiento, o incluso por materias concretas.

Querer estar mejor posicionado en un ranking es un comportamiento humano muy loable y, por lo tanto, las acciones que emprendan las universidades en este sentido son siempre bienvenidas. Partimos de la opinión de que competir de manera honesta y transparente es el factor clave para la mejora de las personas y las organizaciones. Ahora bien, es ahí donde los responsables de cada universidad pueden cometer el error de pensar que la mejora del posicionamiento de su institución en los rankings es algo que depende exclusivamente de la gestión interna que puedan hacer en el seno de su organización.

Por supuesto, los cambios internos dentro de las instituciones de educación superior para mejorar resultados son necesarios. Ahora bien, tampoco se puede obviar que hay muchos factores externos a la universidad que determinan su mayor o menor impacto positivo. También es responsabilidad de los dirigentes universitarios influir en las políticas públicas de su región, incluidas las que se definen al nivel nacional, como por ejemplo las políticas públicas de captación y retención del talento (visados, servicios públicos, vivienda, programas de doctorado internacional) o las políticas de fomento de la internacionalización del sistema universitario (adaptación curricular, reconocimiento académico, acuerdos internacionales, vivienda, coste de los estudios). Aquí es clave la función de lobbying que deben ejercer los responsables universitarios ante el decisor público. Por otro lado, también sabemos que el éxito de una universidad pasa claramente por ser una pieza fundamental del sistema de desarrollo económico local dentro del esquema de la Cuádruple Hélice, donde la colaboración entre el sector privado, las instituciones públicas locales, las entidades del conocimiento y la ciudadanía es clave para obtener resultados en términos de creación y distribución de riqueza.

A modo de conclusión…

1. Las universidades deben preocuparse para mejorar su posición en los rankings cambiando su modo de organizarse internamente, incidiendo de manera más focalizada en aquellos ámbitos donde haya un amplio margen de maniobra a partir de las seis dimensiones del cambio (imagen inferior).

2. Deben presionar a los poderes públicos para que definan unas políticas públicas sin las cuales no podran obtener un mayor impacto, velando para que el marco del sistema educativo superior sea mñas flexible y se dediquen recursos a la captación de talento y al fomento de entidades de investigación más competitivas y especializadas.

3. Deben tener una actitud proactiva que las vincule con el resto de agentes de su territorio de influencia para ganar en resultados y reputación, generando un mayor impacto en la cualificación, la ocupabilidad y la transferencia de conocimiento para incidir en el desarrollo económico local y regional.

A través de medidas como estas una universidad escalará posiciones en los rankings, pero en especial podrá defender su rol decisivo en la sociedad del conocimiento, incorporando el compromiso con los retos del bienestar, la cohesión social y la competitividad territorial. Este es el motivo por el cual invitamos a las instituciones de educación superior a trabajar por este cambio.

 

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